Introducción

Es de público conocimiento que la segunda guerra mundial trajo consigo un sinfín de muerte, sufrimiento, y desgracia. Sin embargo, vislumbrando un poco más allá de las frecuentes consecuencias mencionadas, encontramos que hay innumerables huellas del acontecimiento en países que no pertenecen al primer mundo, o que no tuvieron ambiciones mayores relacionadas a la participación en la guerra.

Naciones terceras necesariamente debían verse involucradas, puesto que las mismas propiamente actuaban, desde el punto de vista imperial, como simples peones, moneda de intercambio que representaba al propio poder. A mayor cantidad de influencias económicas y/o políticas sobre un territorio, mayor cantidad de poder se ceñía sobre los imperios en cuestión.

Y así se disputaban entre ellos sus peones.

Para ganarse la confianza de los países terceros (las llamadas “Semicolonias”), las metrópolis acudían a las adulaciones y sobornos en forma de “ayuda”, que ciertamente llevaban consigo la mayoría de veces la condición de cortar toda relación con los imperios enemigos y tomar un rol activo en la guerra, declarándose enemigos de quien el imperio ordenara. Bajo este carácter, sobra decir que las metrópolis no eran enemigas solamente entre sí, sino que también se difamaba y, en general se estaba en “guerra” contra las colonias y/o semicolonias enemigas. Ciertamente, la segunda guerra mundial podría visualizarse como un tablero de ajedrez, siempre y cuando nos deshagamos de las reglas y del honor entre jugadores.

Este tablero se encuentra en los más hedientos pantanos, en el alma de la especie terrícola autoproclamada inteligente y racional, es su esencia, su naturaleza, su vergüenza.



Eva, hasta donde nos ha llevado la mordida de aquel fruto.



La semicolonia cuyo análisis me atañe es nada más y nada menos que nuestro país, la Argentina. Veremos cómo fue el proceso en que los intereses imperialistas consiguieron forjar consigo el destino de la nación, degradando una sociedad, con todo a lo que el término sociedad hace referencia, a base de populismo, bonapartismo del que, al menos en este caso, nada bueno surgió.

Estados Unidos e Inglaterra, junto con Alemania, son los personajes principales en este gran “Spin-off” de la segunda gran guerra. Ellos son quienes desencadenarán los sucesos que empujaron a la Argentina hacia lo que hoy en día conocemos.

Sucesos como la toma del gobierno por parte de la milicia, el ascenso de Perón o la perdida de consciencia por parte de un gran sector de la Argentina, no son más que consecuencias de la esencia humana.

Fellow Sufferers

Pleno apogeo de la crueldad humana, Argentina mantenía una relación muy estrecha con el imperio de Inglaterra, a tal punto de poder considerarse una semicolonia asociada a dicha metrópoli.

La política argentina estaba planteada de forma tal que el poder jamás cambiaría de dueños. Los políticos, representaciones del poder para la ciega e indiferente vista de la sociedad contemporánea, no podían considerarse otra cosa más que mercenarios desechables, peones subyugados a los verdaderos acreedores del poder, los dueños del capital.

Las elecciones serían entonces completamente fraudulentas, presentando características continuistas por parte de los conservadores. La oposición radical era atenuada con violencia, dando lugar así a un panorama en que todo posible futuro parecía pertenecer al partido conservador. De esta forma, con base en los intereses pertenecientes a los dichosos dueños del capital, en 1943 el presidente Ramón Castillo (Ver Anexos) se encontraba preparando el adulterado ascenso a la presidencia de Robustiano Patrón Costas, quien teóricamente sería el próximo mercenario en esta larga cadena de continuismo. Sin embargo, Costas, terrateniente miembro de la oligarquía industrial moldeaba otros planes. El ascenso de Robustiano significaría en realidad el final de la era del continuismo, dando lugar a colosales reformas. Entre las más importantes, se destaca el cambio de imperio al cual la Argentina respondería. Sí, el susodicho futuro presidente, quien ascendería a base de votos falsos, tenía cierta asociación respecto al sector norteamericano, destacándose en este aspecto su vinculación con la Standard Oil (Ver anexos). Si Costas asumía la presidencia, Argentina se vería estrechamente relacionada al imperio estadounidense, hecho que turbaría demasiado la distribución de poder del país.

Económicamente, la clase obrera transitaba desde hace tiempo una situación de pobreza extrema frente al modelo agroexportador argentino. El trabajo era demasiado arduo y cansino. La comida, vivienda, y vestimenta, pobre o nula. Contrariamente, analizando el contexto burgués y centrándonos principalmente (aunque no únicamente) en los dueños de industrias agropecuarias, nos encontramos con que la tasa de aumento en la riqueza de este sector se encontraba en exponencial ascenso. En lo que a mí respecta, considero a esta época como el apogeo de la burguesía argentina.

Pareciera obvio que las empresas, tanto nacionales como internacionales, estaban esclavizando a la población argentina, arramblando con toda mínima riqueza que pudiese ser adquirida por el proletariado, vaciando así sus bolsillos y atormentando su alma. Claro, utilizando medios que, en este caso, considero vienen servidos en bandeja de plata por la propia política nacional.

La población general, acostumbrada ya a soportar cual Odiseo la miseria y los desvalijes que el gobierno de turno dispusiera, siquiera se molestó en intentar encaminar el rumbo de su país. ¿Por qué hacerlo? de todas formas, eran siempre ellos quienes, de una u otra forma, concluían por ser las almas atormentadas. Ninguna política daba resultado.



El pueblo estaba cansado.

El pueblo estaba rendido.

El pueblo era fácil de dominar.

Fellow sufferers.



Salvataje de lo nuestro

Bajo este concepto debemos analizar las acciones del ejército. Ya hacía tiempo desde que el ejército argentino se había convertido en un instrumento político que, a raíz de apaciguar su gula y sobre todo llenar sus bolsillos, acataba y aseguraba la posición del partido conservador en el país. A la milicia le convenía económicamente el continuismo. Ya que ellos mismos eran quienes aseguraban la posición del partido, ergo, su propia posición, se deduce fácilmente que el poder en estos tiempos encontraba sus fundamentos en el ejército.

Era impensable por parte de este sector permitir que el poder les fuera usurpado. Este hecho, sumado con que prácticamente toda la población era indiferente respecto al gobierno que comenzaba a imponerse, llevaron a la milicia a tomar la decisión de usufructuar por completo el poder ejecutivo.

Y así fue. El 4 de Junio de 1943 se llevó a cabo la operación “salvataje”, que se proponía, como antes mencionaba, despojar del poder al gobierno de Castillos, e imponerse frente al país de forma definitiva como los nuevos acreedores del poder. Lo lograron sin mayor problema. Este hecho favorecía enormemente a una Inglaterra a la cual se le escapaba del escenario un posible futuro donde Argentina formara parte de la metrópoli de EEUU:



El ejército, emancipado ya de las ataduras que Castillo les imponía, era libre de elegir la metrópoli del país. Pues bien, Estados Unidos no quiso perder oportunidad de negociar con estos nuevos dirigentes, y así lo hizo. El almirante Storni fue quien se encargó de llevar a cabo estas negociaciones. Storni ofrecía cortar las relaciones argentinas con los imperios rivales, haciendo énfasis en Alemania, a cambio de que Estados Unidos aceptara a la nación como su semicolonia, proporcionara armas, aviones, repuestos, y maquinaría que, según las autoridades contemporáneas, devolverían a la Argentina a “La posición de equilibrio a que es acreedora con respecto a otros países de Sudamérica”. Bueno, supongo que la opinión de algunos extranjeros acerca del ego argentino no está muy lejos de la realidad. A los Estados Unidos estas exigencias le parecieron excesivas, y remarcaron a Storni que antes de hacer pedidos, Argentina debía acatar las ordenes de Washington. De hecho, una de las principales exigencias estadounidenses eran tomar un rol activo en guerra y declarar la guerra al Eje (Ver anexos).

El gobierno militar no estaba dispuesto a pagar semejante precio, y la respuesta por parte de EEUU disgustó a los dirigentes. Por esta razón, se tomó la decisión de no realizar el cambio de metrópoli. Esta decisión hizo que Estados Unidos se tornara en contra de Argentina, proclamando que el gobierno militar era fascista, nazi, y dictatorial. El imperio se empeñaba en dejar en ridículo a la nación, hecho que terminó por acuñar cierto rechazo por parte de la sociedad argentina hacia el cambio de metrópoli, y hacia el imperio en general. El pueblo comenzaba a simpatizar un poco más con la milicia, cual perro callejero adoptado, del cual hay que ganarse su confianza.

Esta enemistad contra Estados Unidos se considera una de las principales particularidades de este tiempo.

¿Recuerdan que en el anterior apartado mencioné que el pueblo se encontraba cansado ya? Pues esta peculiaridad supo ser aprovechada por un militar argentino que había recibido formación política en la mismísima Italia, en pleno auge del dictador Mussolini. Así es, estoy hablando del Coronel Perón:

Gran Coronel, Gran Hermano

En diciembre de ese mismo año hablaría a las masas por primera vez Juan Domingo Perón. Él mismo habría de ser quien se haría cargo de la secretaría de trabajo, argumentando que sus objetivos serían acabar con la lucha de clases, y, mediante la estatización de los sindicatos, servir de medio entre patrones y trabajadores.



Comenzaba así una maquiavélica travesía, que consistiría en reformar completamente los sindicatos obreros:



En primera instancia, se legalizarían solo aquellos sindicatos controlados por el estado.

En segunda instancia, los sindicatos deberían estar conformados puramente por personas que tuvieran la ideología de Juan Domingo.

Se trataría de transformar el sujeto (cambiar su ideología) de toda aquella persona que no fuera considerada, por su ideología, de interés para con la finalidad última de la CGT (Ver anexos). Esto se llevaría a cabo mediante los propios beneficios del sindicato, sobornos, o, en última instancia, represión. Aquel sujeto que no fuera considerado apto, sería privado de la participación.

De esta forma el estado iría adquiriendo miembros de interés (La mayoría de la clase obrera) y se desharía de toda ideología contraria, consiguiendo así una unificación del pueblo respecto a dichos asuntos, pues recordemos que los sindicatos no operados por el gobierno terminaron por considerarse ilegales.

Realizando la abstracción de estos hechos, y en acuerdo con Milcíades Peña, considero posible y correcto afirmar que, en general, los proletarios no acudieron directamente a la CGT, sino que fue la propia CGT quien se encargó, utilizando los medios anteriormente mencionados, de “pescar” al proletariado.



Y es que sí, los beneficios que ofrecía la nueva estatización eran reales, e hicieron de la Argentina un lugar prospero por algún tiempo. Por algún tiempo. Ese era el problema:



En un principio, se optó por beneficiar sustancialmente a la clase obrera, en base del deterioro de la gran burguesía. Este escenario era, sin duda, completamente opuesto al anterior, y sirvió como puente para atraer a las grandes masas hacia los sindicatos. Pero, naturalmente, esto disgustó enormemente al sector industrial, al punto de llegar a acusar y clasificar a los actos de la secretaría de trabajo, liderada por Perón, como pura demagogia para con el pueblo. Llegaba el momento de poner algo de orden entre estas dos clases sociales.

¿La solución? Favorecer a la burguesía y al proletariado simultáneamente, en detrimento a corto plazo de la pequeña burguesía, y a largo plazo de la propia economía argentina. Comenzaba entonces la secretaría de trabajo a comprar los productos industriales, para luego revenderlos a Inglaterra a costes bajos, que serían fijados por la propia metrópoli.

Las grandes empresas no deberían pagar grandes sumas de dinero a razón de impuestos, y los beneficios económicos asignados al proletariado seguían creciendo.

Todo parecía marchar exquisitamente bien, hecho que instauró cierta aura de misticismo y fanatismo hacia la figura de Perón, especialmente por el lado de la población económicamente menos favorecida. Se invertirían inmensos caudales de dinero para el financiamiento del ejército (Salvataje de lo nuestro). Otros sectores económica y políticamente favorecidos por este gobierno fueron la policía, la burocracia, y curiosamente la iglesia católica, principal centro del fanatismo.

¿Había Perón instaurado la primera utopía del mundo? ¿Había alcanzado un plan económico perfecto? La cruda verdad es que no. Los beneficios económicos dados a la población general habrían de ser financiados de alguna forma. La venta de productos a Inglaterra no era, por los precios antes mencionados, una buena fuente de crecimiento económico. Todo esto desató una tasa de inflación nacional que comenzaría a incrementar de forma lenta, pero que con el paso del tiempo aumentaría exponencialmente. La enorme emisión de billetes realizada en esta época tuvo muchísimo que ver con la inflación. De todas formas, Perón ya había logrado su objetivo. El proletariado había sido ya fanatizado y privado de consciencia, la burguesía estaba más que contenta, y Perón había adquirido un caudal de poder enorme sobre la población.

Más tarde, Perón ascendería a la presidencia con ayuda del ejército y la radio, y se terminaría atribuyendo la inflación a factores externos. El pueblo, idiotizado, cegado, y siguiendo al líder, no tuvo más remedio que creerse las falacias del presidente. Perón había logrado salvaguardar su imagen. El ejército e instituciones relacionadas obtuvieron aún más financiación.

Volviendo al interesante tema de la iglesia católica, se optó por imponer esta religión a toda la población, quitando incluso asignaturas como psicología o ciencias sociales de los centros de estudios para reemplazarlas por la enseñanza católica. Toda la ideología pasaría pronto a estar plagada de asquerosa “ecleciastidad” (palabra inexistente, pero que considero necesaria), totalmente impuesta a rajatabla por el gobierno. Sin duda, esta “necesidad” de imponer cosas que favorecieran al fanatismo puede considerarse como un rasgo característico de la época.

Considero surrealista y aterradora la enorme cantidad de propaganda vacía-cerebros que hubo durante la época peronista (1945-1955). Respecto a esto, una de las cosas que más repudiable me resulta, es el hecho de que los libros de texto destinados a la educación primaria, cedidos por el estado, se vieran plagados de enunciados políticos apoyando al gobierno de turno, llegando a un punto enfermizo en el que podían encontrarse en ellos leyendas tales como:



“¡Viva el líder!”

“¡Viva la bandera argentina”

“¡Viva Perón!”

“Perón es un buen gobernante. Manda y ordena con firmeza”

“¡El líder nos ama a todos!”

“¡Viva el general Perón!”

“Evita amaba a todos. Perón es muy bondadoso”

“Evita está en el cielo”.

“Tenemos confianza en Perón”

“¡Viva Juan Domingo Perón!”

“Estoy orgulloso. Llevo la medalla peronista”

“Todos aman a Perón. Todos cantan: ¡Viva Perón!”



No puedo evitar relacionar este tipo de adoctrinamiento político, especialmente el que se ve directamente dirigido hacia los niños, con gran parte del enunciado de la novela “Un mundo feliz” de Huxley. Si bien no son iguales, varias distopías comparten muchas características con el gobierno de Perón. Resulta muy turbador ver la audacia con la que este gobierno consiguió adoptar muchas de las peores cosas que se presentan en las distopias clásicas.

gatito